Écoutez Jacques Doyen
La casada infiel-La femme infidèle
(à Lydia Cabrera y a su negrita)
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
Je l’amenais à la rivière
Croyant qu’elle était jeune fille
Mais elle avait un mari
Ce fut la nuit de la Saint-Jacques
Et presque par obligation
Les lanternes s'éteignirent
Et s'allumèrent les grillons
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En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Au dernier coin de rue
Je touchai ses seins endormis
Et ils s'ouvrirent pour moi
Comme des branches de jacinthes
L’amidon de son jupon
Me résonnait à l’oreille
Comme une pièce de soie déchirée
Par dix couteaux
Sans lumière d’argent à leurs cimes
Les arbres ont grandi
Et à l’horizon des chiens
Aboient très loin de la rivière
Passés les mûres sauvages
Les ajoncs et les aubépines
Sous la motte de ses cheveux
J’ai fait un trou dans le limon
J’ai enlevé ma cravate
Elle a quitté sa robe
Puis ma ceinture à révolver
Et elle ses quatre corsages
Ni les nards ni les coquillages
N'eurent jamais la peau si fine
Ni les cristaux sous la lune
Ne brillent avec cet éclat
Ses cuisses fuyaient sous moi
Comme des poissons surpris
La moitié pleine de feu
La moitié pleine de froid
Cette nuit-là j’ai couru
La plus belle de mes routes
Monté sur une pouliche de nacre
Sans bride et sans étriers
Je suis homme et ne peux pas dire
Les choses qu'elle me disait
La lumière de l’entendement me commande
D’être mesuré
Sale de baisers et de sable
De la rivière je l’emmenais
Avec le vent se battaient
les épées des iris
Je suis un gitan légitime
Et comme tel me comportais
Je lui offris
Un grand nécessaire à coudre
En satin jaune paille
Et n’ai voulu m’énamourer
Parce qu'elle avait un mari
Et me dit qu’elle était jeune fille
Quand à la rivière je l’amenais
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Écoutez Ramón Aguilera
La casada infiel
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.